Es inevitable la llegada de los nervios a la hora de presentarnos para una entrevista de trabajo, admisión o examen de cualquier tipo. Lo sé porque cuando me presentaba existía una presión muy fuerte sobre mí ya que no estaba del todo segura sobre lo que me podría ofrecer esta nueva ocupación, si mi perfil y personalidad se ajustaban a lo que los empleadores buscaban, o si simplemente existía la posibilidad de decir algo equivocado y sentir humillación. A fin de cuentas, la entrevista, más allá de una charla con los empleadores, es una promoción que haces con el objetivo de venderte frente a las personas para adquirir lo que quieres: el tan deseado puesto de trabajo.

De esta manera, te pueden surgir varias dudas acerca del cómo y por qué venderse de tales maneras. Podrás pensar cosas como, “Es solo hablar bellezas sobre mí mismo. Vaya, pero ¡qué fácil!”. Del mismo modo, podrás pensar exactamente lo opuesto, “¡No tengo nada interesante de qué hablar!”. Lo ideal es llegar a un punto moderado de los dos extremos: sería contraproducente hablar por el solo hecho de hablar sobre ti, cuando no has realizado un proceso previo de organizar tus mejores cualidades de manera estratégica para saber venderte efectivamente. Asimismo, no hablar absolutamente nada de ti privará al entrevistador de cualquier material sobre el cual emitir juicios y consideraciones. La clave recae entonces en la seguridad, honestidad y tus cualidades que proyectas en las personas.

Para superar los miedos y evitar que estos afecten tu desempeño durante la entrevista, lo mejor es tener clara (o por lo menos una buena idea sobre) la respuesta a aquella pregunta que va y viene en infinidad de formas distintas, “cuéntanos de ti”. Con base en esa inquietud tan abierta y habitual tú eres capaz de moldear y venderte estratégicamente a quien formula las preguntas. Estando preparado en ese sentido tienes la capacidad de dar dirección e importancia a puntos clave de tu perfil profesional en aras de una buena autopromoción. Igualmente importante, es necesario hacerlo de manera convincente y de la mano de la verdad. Por ejemplo, no es buena idea decir en tu entrevista que has ganado ciertos premios o condecoraciones, o que has trabajado en cosas que no son, cuando no son ciertas. Se tiene que ser consistente y honesto con tus capacidades y experiencias.

Y claro, no todas las entrevistas dependen única y exclusivamente de tu autopromoción, sino también de qué tan preparado y animado estés a trabajar. No todas las entrevistas serán fáciles, por lo que siempre te recomiendo investigar previamente sobre tu rol, tus funciones y la empresa a la que estás aplicando como tal. La confianza en ti mismo es importante, al igual que la humildad a la hora de reconocer tu ignorancia y todas las cosas que te faltan por aprender. Debes mantener una escucha atenta a las preguntas de tu entrevistador y responder de acuerdo.

Adicionalmente a tu autopromoción y venta, debes tener en cuenta que el objetivo de la entrevista es, en últimas, que tú vayas a ser un gran beneficio para la empresa u organización a la que estás aplicando. Del mismo modo, es importante que tú sepas que te vas a beneficiar de lo que estás haciendo en el trabajo y que se forje una relación constructiva entre los dos.

Desde hablar con honestidad de las cualidades positivas y las ansiedades, hasta hablar bellezas sobre uno mismo y no excederse con el anhelo de encontrar trabajo; todas estas son emociones que surgen a la hora de la entrevista. Mis clientes me comentan con frecuencia estas dificultades que encuentran y yo les respondo con las mismas consideraciones. Una vez pongas en práctica estas recomendaciones y comiences a tomarte el proceso de la entrevista con un mayor nivel de conciencia, cada experiencia que venga te servirá como un aprendizaje valioso que pondrás a propósito de mejorar. De esta manera comenzarás a prepararte y organizarte de manera más efectiva y comunicativa.